* Hay famosos que han hecho visible su enfermedad, otros la esconden por miedo
* El caso de Magic Johnson borró algunas de las falsas creencias sobre el sida
* En España se conocen pocas 'celebrities' con sida en estos 30 años
"En medio de un gran escándalo informativo y publicitario, y para shock de muchos de sus fans, Rock Hudson se encuentra en un hospital de París, sometiéndose a un innovador y revolucionario tratamiento, todavía no existente en los Estados Unidos, para curar el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida", rezaban las crónicas estadounidenses a mediados de 1985.
Por aquel entonces, el actor, mito erótico de millones de mujeres y protagonista de películas como 'Gigante' o 'Pijama para dos', ofrecía un aspecto demacrado, mucho más cercano a los 50 kilos que pesaba al fallecer, que a los bien proporcionados 90 que lucía en su época dorada. Pero, harto de esconderse, Hudson dejó para el final el que posiblemente fuera su 'papel' protagonista más importante. El 30 de julio de 1985, tres meses antes de morir, anunciaba públicamente que tenía sida, dando visibilidad a la que por aquel entonces era una enfermedad tabú.
Con aquella declaración, Hudson era la prueba de que esta afección podía sufrirla cualquiera. "En los años 80 se pensaba que el sida sólo atañía a ciertos grupos sociales, en vez de pensar que se contrae por prácticas sexuales de riesgo. Desgraciadamente, esta idea sigue vigente para muchas personas", explica Carmen Martín, miembro del consejo ejecutivo de la Coordinadora Estatal de VIH (CESIDA).
En el 30 aniversario de esta enfermedad, son contados los personajes conocidos que han hecho pública esta enfermedad, mientras que muchos más se han ido descubriendo tras su fallecimiento. "Es normal que se dé esta situación de secretismo por el estigma social que todavía, hoy en día, acarrea reconocer que padeces sida", afirma Carmen Martín. "Sin embargo, el miedo al rechazo, las situaciones de discriminación y hacer culpable a la persona que la padece, como si ella hubiese buscado estar enferma, son barreras que todavía no se han superado", añade.
Estigma
Un miedo al qué dirán de fans, amigos e industria que no parece fácil de superar. En noviembre de 1991, uno de los grandes iconos de la música, Freddie Mercury, moría por una bronconeumonía debida al sida. El cantante, diagnosticado en 1987, negó su enfermedad hasta que los rumores y su empeoramiento físico no le dejaron otra alternativa que anunciarlo a través de un comunicado. A los pocos días de su muerte, el también cantante Eros Ramazzotti decía: "No tengo miedo al sida, porque estoy sano, limpio y sin cosas extrañas. Mercury era otro caso; él sabía lo que hacía y se buscó su propio destino".
En otras ocasiones, como pasó con el que está considerado mejor bailarín de la Historia, Rudolf Nureyev, es el propio personaje el que se niega a aceptar que sea él el enfermo de sida. Nureyev, posiblemente infectado a principios de los años 80, rechazó estar enfermo y cuando el sida ya hacía mella en su físico, achacó sus problemas a otras enfermedades, negándose a tomar los medicamentos disponibles en la época.
Considerar el sida como una enfermedad de homosexuales o drogadictos era el pensamiento común sobre una infección que comenzó conociéndose como 'la plaga gay'... hasta el 7 de noviembre de 1991. Aquel día, un heterosexual, Magic Johnson –sin duda uno de los mejores jugadores de baloncesto– borraba de un plumazo las falsas etiquetas anunciando su caso. Lejos de melodramas, el deportista demostró una entereza envidiable por querer sobrevivir a la enfermedad y luchar para que otros también lo hicieran.
No es el único deportista que ha ayudado a dar visibilidad al sida. En 1992, el tenista Arthur Ashe, ganador de tres Grand Slam, se vio obligado a explicar su enfermedad ante los medios. Ashe, infectado tras varias transfusiones en una operación del corazón, se dedicó en el año que le quedaba de vida a llamar la atención sobre los portadores del VIH y la importancia de la prevención. Respondiendo a una de sus fans, que le preguntó "¿Por qué Dios te ha escogido para sufrir esta enfermedad?", el tenista respondió: "En el mundo, 50.000.000 chicos comienzan a jugar al tenis, 5.000.000 aprenden a jugarlo, 500.000 aprenden tenis profesional, 50.000 entran al circuito, 5.000 alcanzan jugar un Grand Slam, 50 llegan a Wimbledon, cuatro a las semifinales, dos a la final. Cuando estaba levantando la copa nunca le pregunté a Dios: ¿Por qué a mí?".
Precisamente, casos como el de Arthur Ashe o el del escritor Isaac Asimov sirvieron para poner el acento en los controles sanitarios, que durante la década de los 80 y principios de los 90 no tenían en cuenta la posibilidad de infectar a una persona en un hospital. El escritor ruso, contrajo el VIH en 1982 tras pasar por una operación. Tras fallecer 10 años después, su viuda, Janet Asimov, publicó en una biografía la enfermedad de su marido.
Mujeres afectadas
¿Y qué pasa con ellas? El sida no es una enfermedad exclusiva del hombre, y aunque se conocen menos casos, también muchas famosas lo han padecido. El más recordado es sin duda el de Gia Carangi, que se ajusta como un guante a aquella famosa frase de 'vive deprisa, muere joven y dejarás un bonito cadáver'. A Gia se la considera la primera supermodelo estadounidense. Su belleza morena y con curvas representó toda una transgresión en el mundo de la moda, más acostumbrado a las chicas sin formas y rubias. Pero todo lo que tenía lo terminó perdiendo a causa de su adicción a las drogas. Así, con 26 años moría a causa de un cóctel de heroína, neumonía y sida.
Más reciente es el caso de la cantante Nadja Benaissa, integrande del grupo ya disuelto 'No Angels', que el pasado año era denunciada por no advertir a sus parejas de que era seropositiva.
En España
"Todos estos casos de personajes famosos son positivos porque normalizan, naturalizan, al sida. Muestran que cualquiera, si no toma precauciones, puede ser una víctima", comenta Carmen Martín. Sin embargo, pocos han sido los famosos españoles a los que se les conozca ser seropositivos. El más célebre es el poeta Jaime Gil de Biedma, el escritor más popular de la Generación del 50, que murió en 1990.
Otro de los casos conocidos era el de uno de los modistos con más proyección internacional, Manuel Piña. El diseñador había anunciado un año antes de fallecer, en 1994, que padecía sida.
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